Un pescador echó su anzuelo al mar y atrapó un pequeño pececillo. Mientras le quitaba el anzuelo para echarlo a su cesta, el pececillo abrió la boca y le suplicó que lo devolviera al agua.
El pescador, sorprendido por la petición del pez, le preguntó: “¿Quién eres tú para convencerme con tu ruego?”. El pececillo respondió: “Soy muy pequeño ahora, pero si me pescaras cuando sea mayor, te sería más útil porque podría saciar mejor tu apetito”.
El pescador se negó: “¡Eso nunca! ¿Quién me asegura que tendré la suerte de volverte a pescar? Tu discurso no me convence”. Así que el pececillo fue al cesto y no al mar.
La moraleja de esta fábula de Esopo: El pescador y el pececillo
Es que no debemos dejar escapar las oportunidades que se nos presentan, ni confiar en las promesas de los que nos quieren engañar. A veces, lo poco es mejor que lo mucho.
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