Una olla de cobre y una de barro estaban juntas en la cocina de una casa. La olla de cobre era brillante, fuerte y valiosa. La olla de barro era opaca, frágil y humilde. Un día, el dueño de la casa decidió llevarse las dos ollas al río para lavarlas. Las colocó en una barca y remó hasta la orilla.
La olla de cobre le dijo a la de barro:
- Amiga, ¿no te sientes honrada de estar junto a mí? Yo soy la mejor olla que existe. Estoy hecha de un metal precioso y resistente. Puedo soportar el fuego y el agua sin dañarme. Sirvo para cocinar los platos más exquisitos y para adornar la mesa más elegante. Tú, en cambio, eres una olla insignificante y pobre. Estás hecha de un material vulgar y quebradizo. No puedes aguantar el calor ni el frío sin romperte. Solo sirves para guardar las sobras y para esconderte en un rincón. Deberías agradecerme que te trate como a una igual.
La olla de barro le respondió:
- Amiga, no seas tan orgullosa ni tan cruel. Yo sé que tú eres una olla superior y yo una olla inferior. No pretendo compararme contigo ni competir contigo. Solo quiero vivir tranquila y cumplir con mi función. Te ruego que no me humilles ni me ofendas con tus palabras.
La olla de cobre no hizo caso a la de barro y siguió burlándose de ella. Pero mientras tanto, el dueño de la casa había llegado al río y había bajado las dos ollas de la barca. Las dejó flotando en el agua mientras iba a buscar un cepillo para limpiarlas.
La corriente del río hizo que las dos ollas se acercaran y se chocaran entre sí. La olla de cobre golpeó con fuerza a la de barro y le hizo una grieta. La olla de barro se asustó y le dijo a la de cobre:
- Por favor, aléjate de mí. No me hagas más daño. Si sigues golpeándome, me vas a romper en pedazos.
La olla de cobre le dijo:
- ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo? ¿No quieres estar cerca de mí? ¿No quieres ser mi amiga?
La olla de barro le dijo:
- No, no quiero ser tu amiga. Eres demasiado dura y violenta para mí. Tu contacto me hiere y me destroza. Prefiero estar lejos de ti y conservar mi integridad.
La olla de barro trató de alejarse de la de cobre, pero ya era tarde. La olla de cobre le dio otro golpe más fuerte y la hizo añicos.
La moraleja de esta fábula es:
No te juntes con los que son más poderosos que tú, porque pueden abusar de ti y hacerte daño. Busca la compañía de los que son como tú, porque te respetarán y te apoyarán.
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