Dos langostas, madre e hija, vivían felices en el fondo del mar, sin preocuparse de lo que sucediera en la superficie de su hogar.
Un día, la hija le dijo a la madre:
- Madre, estoy aburrida de estar siempre aquí, en el fondo del mar. Quiero salir a la superficie y ver el mundo.
No seas loca, hija -le advirtió la madre-. Allí arriba hay muchos peligros y enemigos que nos pueden atrapar y devorar. Aquí estamos seguras y tranquilas, le decía cada vez que le mencionaba que quería salir a la superficie.
- No me importa el riesgo -insistió la hija-. Quiero conocer otras cosas y vivir aventuras, de las que aquí no suelo tener. Además, he oído que allí arriba hay una cosa llamada sol, que da calor y luz, y que es muy hermoso.
No te dejes engañar por las apariencias, hija mía -le aconsejó la langosta madre-.
- El sol puede ser muy dañino para nosotras, que estamos acostumbradas a la oscuridad y al frío. Te lo ruego, no salgas de aquí.
Pero la hija no hizo caso a la madre y se escapó a la superficie. Al llegar, vio el sol brillando en el cielo y se quedó deslumbrada por su belleza. Se acercó tanto a él que empezó a sentir un calor insoportable que le quemaba el caparazón.
Entonces se dio cuenta de su error y quiso volver al fondo del mar. Pero ya era tarde. Un pescador que pasaba por allí la vio y la atrapó con su red, llevándosela consigo.
Moraleja de la fábula: Las dos langostas
No desprecies el consejo de los mayores, ni te dejes seducir por lo desconocido.
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