Una liebre, que se creía la más veloz y ágil de todos los animales, se burlaba constantemente de una tortuga, que era muy lenta y pesada. Un día, la tortuga, harta de sus burlas, le propuso una carrera.
- ¿Una carrera? -se rió la liebre-. ¿Contra ti? ¿Qué ganaré con eso?
- El honor de haber vencido a la más rápida de las criaturas -respondió la tortuga con ironía.
- Está bien, acepto el reto -dijo la liebre-. Pero no te quejes luego cuando te humille.
Así pues, se fijó el lugar y el día de la carrera. La liebre y la tortuga se pusieron en la línea de salida y esperaron a que un cuervo diera la señal. Al oír el graznido del cuervo, ambas salieron disparadas. La liebre se adelantó rápidamente, dejando atrás a la tortuga, que avanzaba con dificultad.
La liebre, al ver que llevaba mucha ventaja, pensó que podía tomarse un descanso y esperar a que la tortuga se acercara un poco. Así que se tumbó bajo un árbol y se quedó dormida.
La tortuga, mientras tanto, seguía caminando sin parar, con paso firme y constante. Al llegar al árbol donde estaba la liebre, la vio dormida y siguió su camino sin hacer ruido.
Cuando la liebre se despertó, vio que el sol estaba ya muy alto y se dio cuenta de que había perdido mucho tiempo. Se levantó de un salto y corrió hacia la meta. Pero cuando llegó, vio con horror que la tortuga ya estaba allí, esperándola con una sonrisa triunfal.
Moraleja de la liebre y la tortuga
No te confíes de tu superioridad, ni menosprecies a los demás. La perseverancia y el esfuerzo pueden más que la arrogancia y la pereza.
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